“Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Cor. 11: 25).

 

 

El Señor usa lo que se ve para recordarnos verdades espirituales que no son visibles, pero tan reales como lo que tenemos delante. Quiere que hagamos la asociación para tenerla siempre presente.  

                       

  • Cada vez que bebemos vino nos acordamos de la sangre de Cristo vertida en la cruz de Calvario por la remisión de nuestros pecados.
  • Cada vez que comemos pan, nos recuerda el cuerpo de Cristo partido por nosotros.
  • Cada vez que bebeimos agua nos acordamos que el Espíritu Santo está en nosotros como fuente de agua que brota para vida eterna.
  • Cada vez que comemos cordero nos acordamos de nuestro Cordero Pascual que nos ha librado de la esclavitud y de la muerte.
  • Cada vez que sazonamos la comida con sal recordamos que somos la sal del mundo.  
  • Cada vez que usamos especias recordamos que nuestras oraciones suben al cielo como incienso, un olor grato para Dios.
  • Cada vez que comemos uvas nos recuerda que hemos de permanecer en la Vid Verdadera, en contacto vital con el Señor.
  • Cada vez que comemos una fruta deliciosa, recordamos que, por hermosa que sea la tentación, el resultado es desastroso.
  • Cada vez que comemos lentejas nos recuerda que no debemos vender nuestra alma por lo material.
  • Cada vez que comemos higos recordamos que la única cobertura para nuestro pecado es la justicia de Jesús.
  • Cada vez que aliñamos una ensalada con aceite recordamos que la unción del Espíritu Santo nos capacita para servir al Señor.
  • Cada vez que comemos manzanas recordamos que las palabras bien dichas son hermosas, como artesonadas, como manzanas de oro con figuras de plata.
  • En fin, cada vez que comemos nos recuerda que nuestra comida es hacer la voluntad de Dios y acabar su obra.